31 julio 2011

EL PARAÍSO ADQUIRIÓ TINTES MELODRAMÁTICOS
José Velarde


Gastamos las palabras
como si fuéramos capaces
de expresarlas
con la fuerza del trueno.

En alardes plagados de melancolía
atestiguamos el paso de los años
y la memoria
se llevó los instantes dolorosos.

Nos empeñamos
en romper los parapetos
donde la modorra
permanece escondida,
como promesa
que no se cumple
ni otorga esperanzas
a los que dejamos el sueño.

A los que nos extraviamos por la noche
y gastamos las palabras
transformadas en gritos,
como si pudiéramos
conmover a las putas
que atestiguaron andanzas por la calle
de las palmeras imposibles
y las farolas rojas
bajo la lluvia
pertinaz del invierno.

No gritamos
demasiado fuerte
en el instante
en que debimos hacerlo.

Junto a una cerveza helada
hablamos de política,
de inflación
y esquemas mercantiles.

Analizamos el paso de los años
y los años
devoraron
los buenos propósitos;
la charla inagotable,
pronunciada
en voz cada vez
más baja.

El país era una farsa
y nos arrastró
a todos sin sentido.

La lluvia
se llevó el sabor de la resaca
al sitio donde las sombras
se manifiestan salobres.

El amor
desapareció amargo
entre la noche.

Las manos siguieron añorando
el tacto dulce del durazno
y la mirada conspicua del pasado,
donde la realidad era tan amplia,
como el sueño inmortal
de un dios indestructible.

Los flamboyanes
pintaron de rojo las tardes llamaradas
y la mirada
se adentró
en las siluetas
de las muchachas
multiplicadas por el verano
y la noche serpentina,
la que fue propicia
para los giros,
las sombras
y los recovecos,
el eco infinito de los besos
y el amor que soñamos para siempre.

El cine al aire libre
nos proyectó
más allá de las tardes estivales
y la pantalla sucia
y la gayola donde encontramos refugio,
para gritar desenfrenados y tan fuerte
como Tarzán
el de los Monos,
al aferrar con fuerza
los sueños
que dejaron de pertenecernos
sin saberlo.

Había que burlar la vigilancia
y aparentar dieciocho
en plenos quince,
cuando las actrices eran las únicas
que se desnudaban para nosotros
sin importar nuestra miseria.

Las lluvias
se presentaban puntuales
y los partidos de futbol
eran tan interminables
como las promesas del futuro
empeñadas en alcanzar las huellas
del Valiant 68
donde comenzó la carretera.

Resulta difícil recordarlo
y esbozar la sonrisa plena
estrenada al inicio de junio,
cuando el luto era inexistente
y la carretera se prolongaba
entre las lluvias
que no eran escasas,
el miedo
y la luz
eterna de los astros.

Las aguas eran transparentes
como el arroyo que convertimos en río,
en cauce imprevisible,
en exploración ilimitada,
cuando los cohetes
alcanzaron la luna
y las manos eran capaces
de contener la corriente
y mantener océanos límpidos
en el cuenco de las manos.

Aún no nos desalentaba Jagger
y Marshall McLuhan
era un desconocido,
entre las motocicletas,
las luciérnagas
y el baile frenético
de una noche setentera
y septembrina,
como el verano
a punto de alejarse
entre los libros
arrastrados por el viento,
hasta el sitio
donde la historia
no había sido escrita por nosotros.

Las palabras no eran nuestras,
se manifestaban ajenas
y Dios permanecía ausente
en los meses de la canícula
y en los otros meses
en que las palabras
intentaban pronunciarse
para convocar a Dios
y la esperanza.

A nosotros
nos empujaba el viento
y nos arrastraban los huracanes
en el Golfo de México.

Nuestro rumbo era inexistente
Y a nadie le importaba,
de todos modos,
el raciocinio
no nos dejaba en paz,
aunque en ese entonces
no supiéramos
que la tranquilidad no existe
y que es un mero invento
de los hombres.

Nosotros
la inventábamos siempre.

Surgía en las tardes
en que las fichas de dominó
sustentaban los sueños.

Las tardes
eternizaron nuestras figuras
en el barrio.

Nos hicieron inmutables
entre dos calles.

El tiempo
nos encontraba constantes
al acecho
del amor imposible,
cuando la ternura
necesaria para sobrevivir
estaba al alcance de la mano,
en cualquier muchacha benévola
descubierta en la tarde encendida.

No fuimos devorados por la noche,
aunque abreváramos tantas veces
en lo obscuro,
en los rincones,
en las banquetas sucias
y en la noche
que se manifestaba cómplice,
para descubrir abrevaderos.

La sed era inagotable
y el reloj de la iglesia
nos avisaba
la llegada de las horas.

Las horas incontables
en que la sed
se manifestaba sin remedio.

El Valiant 68
era veloz en el 75,
o así lo creíamos,
o así lo creyeron,
o así quisieron creerlo,
los tripulantes intrépidos,
las amigas incansables,
los envidiosos,
los testigos,
la ciudad sin tráfico
y los autos veloces.

El Valiant 68
era poderoso.

Resistía las inclemencias
a las que era sometido,
aunque una tarde
pareció temblar
y se detuvo
eternamente.

Los días
no siempre eran festivos
y nos acostumbramos a verlos
sucederse sin explicación alguna.

Algunos trazaron
la estética del tropiezo
y otros se empeñaron
en volverla explicable,
mientras el sol
calcinaba los huesos,
en las tardes
propicias para desfilar
por las plazas,
al redoble incesante
del corazón
que no conocía la pena
y no quería saber
que los días
no siempre
son festivos.

No nos importaba llorar
de vez en cuando,
a veces
ni siquiera
comprendíamos la pena.

Era quizá tan recurrente,
como la sonrisa,
como los sueños
que no admitían desengaños
ni cansancio,
en la vigilia
donde el día y la noche
eran semejantes
y la pena
tan cotidiana
y tan pasajera
como la naturaleza
misma del tiempo.

Los colores
eran más intensos
y la banda interpretaba
letras nuevas,
donde las buenas vibraciones
fueron cambiadas poco a poco,
por un desencanto interminable.

Los jueces nos entregaron
la medida de las cosas
y las cosas se negaron
a manifestarse.

Tu voz
se adentró en la nada
y Celia Cruz
se dejó escuchar en la rockola
donde los Beatles
le dejaban poco espacio.

Tu voz
estremeció
mis huesos.

A veces
se recrudece
la nostalgia,
aparece
y parece
interminable,
pero nunca se ausenta
y uno sigue estancado
en los días que se fueron para siempre.

Los días que llevamos dentro.

Nos llenaron de huellas,
de trazos finos,
de sonrisas perpetuas,
heridas pertinaces
que no se fueron
y se negaron
a ausentarse del todo.

Las sonrisas recíprocas
eslabonaron ciudades
y construcciones permanentes
que se creyeron a salvo
de la multitud.

La ciudad
se descubrió invadida.

Había crecido demasiado pronto.

Quizá su adolescencia
ya había durado demasiado
y era el instante justo,
aunque nadie podía saberlo,
de extender las calles
por las huertas
y los lotes baldíos,
hasta donde descubrieron
alacranes y tarántulas,
en otra ciudad
subterránea.

La ciudad no era luminosa
y apenas figuraba en los mapas
del tráfico obligado.

Los músicos
deseaban sonar como
La Internacional Orquesta Tampico
del maestro Claudio Rosas
y nunca pudieron conseguirlo.
Tampoco fueron tan famosos
como Pérez Prado
y Glenn Miller
estaba aún más lejos.

Tan distante como la capital
que determinaba triunfos.

Un niño miró los carteles del cine,
se detuvo
entre el blanco y negro
de las fotografías inagotables.

Durante mil años
se perdió en las sombras.

Antes de reanudar su marcha,
sobre mosaicos grises
y la calle desierta
poco después del ocaso.

A sus espaldas
también se apagaron
las lámparas
y los carteles
se volvieron fugitivos.

Una paleta de limón,
dos de tamarindo,
y una de fresa.

Todas de agua
y la bicicleta
esperando en la sombra.

El limonero y el tamarindo
crecían en cualquier solar,
las fresas llegaban del centro
de un país remoto,
del mismo sitio
de donde Raúl
trajo un Mustang,
más allá de la distancia marciana,
donde se alzaban nuestras naves
y Led Zeppelin
inauguraba conciertos.

Nos ofrecieron triunfar
y nos preparamos para vencer.

No nos contaron la historia completa
y desamparados
atestiguamos la caída,
de una generación entera,
mientras el futbol
arrastraba multitudes
y el olvido
era tenaz
como la lluvia
y se arraigaba en la noche.

El olvido
era constante,
pocos recuerdan
los rostros que ofrecieron
a las cámaras.

Los rostros
consumidos
por la lluvia que no cesa.

Los muchachos se llenaron
de arrugas.

El Fiero y el Topaz
y el Pontiac y el Galaxie
sustituyeron al Barracuda
y al Falcon
y al Valiant,
pero ya nadie
quiso adentrarse
en la carretera,
ni emprender
la búsqueda del río.

El mar
estaba demasiado lejos.

Los muchachos
ya no pudieron recordarlo
y se olvidaron de sí mismos.

A veces,
como hoy,
arrecia el invierno
y las voces
vuelven repetidas,
para contar las mismas historias,
aunque siempre queda espacio
para volver a inventarlas.

Un día
supe que en la calle siguiente,
un hombre había sido asesinado,
nunca imaginé que lo habían matado mis amigos,
los mismos
del partido de futbol inacabable
en el cauce del río seco
y el polvo sempiterno;
los inculpados alquilaban bicicletas
para rondar muchachas
de vestidos claros,
y calcetas blancas.

El hombre irreconocible
mostraba tajos en las manos
y en los brazos
tras romper
a golpes el parabrisas
del auto
desde donde lo habían insultado.

La herida que lo mató
apenas sangraba.

Estaba oculta
entre las otras heridas
y nadie pudo notarla.

Mis amigos
lo llevaron al hospital
y no pudieron escapar a tiempo.

Al otro día,
los diarios hablaron,
del hombre victimado
por sus propios amigos.

Los que rentaban bicicletas
y jugaban futbol contra nosotros.

Mis amigos fueron liberados.

Pudieron comprobar su inocencia,
pero nunca más
volvimos a encontrarnos por la tarde.

No es bueno contar estas historias,
siempre se corre el riesgo
de inventar un poco,
de añadir colores y metáforas,
para sustituir los lugares comunes
que atestiguaron historias,
donde los muertos
fueron menos frecuentes
que los vivos.

Nadie puede decir
que estuvo solo,
todos lo estuvimos siempre.
Rita Coolidge
se encargó de confirmarlo
con la autocompasión
de una diva
que no tenía motivo alguno
para quejarse.

Quizá sólo posaba,
como La Foca
acostumbraba hacerlo
en los llanos,
al tirar a gol
o al driblar un contrario,
porque La Foca
posaba más que nosotros
y no por eso anotaba más goles.

Sólo ganamos un campeonato.

Nada más uno,
a pesar de las estrategias imbatibles,
los integrantes,
la amistad
y nuestra autoevaluación
que siempre era favorable,
pero los rivales
no nos dieron ocasión de demostrarlo,
o quizá dejamos de pagar el arbitraje.

A la fecha,
no hemos encontrado
justificación alguna,
para explicar
la falta de victorias.

Nos consuela
pensar que un día
ganaremos el torneo
de veteranos
bajo un sol
cada vez más inclemente.

Siempre pensamos
que entre las huestes
que engrosaron nuestros equipos,
hubo muchos,
quizá no tantos,
de calidad inusitada,
de buen manejo de bola,
de disparos contundentes,
de liderazgo natural,
pero ninguno
se acercó
a la primera división.

Los candidatos alegaron
incompatibilidad con los estudios
y prefirieron las aulas,
aunque los profesionales
no siempre fueran tan buenos.

Alguna vez
jugamos preliminares
del futbol asalariado
en estadios
que se llenaron
poco después
de marcharnos.

En los buenos tiempos,
enfrentamos a dos o tres cuadros
de la primera y la segunda división,
sin parecer tan malos,
no fue muy difícil,
arrancar dos empates,
luchar sin complejos
y comprobar
la vulnerabilidad
de los rivales.

Los huracanes
nos sorprendían
de vez en cuando.

Éramos arrastrados
por las rachas terribles del viento,
como embarcaciones inservibles
que no lograban mantener el rumbo
en la noche
que no dejaba de ser cómplice,
para enardecer los sentidos
y acrecentar las dudas,
porque los elementos
y el raciocinio,
no nos dejaban en paz.

No lograban los relámpagos
mantener la luz encendida.

Toda respuesta parecía distante,
entreverada con las nubes
que ocultaban el puerto.

La arena se deslizaba entre los dedos
como una clepsidra desquiciada,
en la playa del sol interminable
donde la luz alimentaba fogatas
que ardían durante la noche entera.

El tiempo
era un reloj de arena
sin confines.

El laberinto perenne,
la simetría
circunscrita por la nada.

No sé cuando comenzamos a extrañarnos
y a dejar en el pasado las miradas.

Quizá fue necesario,
quizá lo necesitamos todos.

No quiero decir
que sólo vivamos de recuerdos,
pero aquellos tiempos,
parecen más reales,
más próximos
y menos injustos,
aunque no abunden
las historias felices.

Quizá no hacemos nada
distinto a lo que hicieron otros.

Los que un día se descubrieron
inmersos en la memoria,
para extraer fortaleza de los sueños.

Las piedras volaban
de un lado a otro del río.

Las resorteras y las hondas
eran las armas elegidas
para el combate interminable
que libraban dos grupos
de adolescentes.

Una piedra reventó
miradas
y prohibieron
todo combate
a peñascazos.

Los domingos
íbamos al matiné
y a la función que comenzaba
a las dos de la tarde.

Apenas quedaba tiempo
para el traslado oportuno,
el baño,
el cambio de ropa,
y para caminar
quince o veinte calles
bajo el sol despiadado.

La función de la tarde
terminaba alrededor de las seis,
cuando la brillantina comenzaba
a dejar rastros húmedos en las sienes
y en el cuello de las camisas estridentes.

El sol quizá era más intenso.

Nosotros nunca nos quejamos.

Nos esperaba
una banca de la plaza,
la de la esquina,
donde nos sentábamos
en el respaldo,
para mirar mejor
a las muchachas.

Un estéreo de ocho tracks
proporcionaba la música
y a veces desgastaba
la batería
del Impala de Marco
que no sentía preferencia
alguna por el rock
y nos aturdía
con Leo Dan, Palito Ortega,
Celia Cruz y José Alfredo.

Tu voz
se adentró en la nada.

Tu voz
era el eco
de mis palabras
profundamente repetidas.

Tu voz
era mi voz
y nunca lo supe.

Confundido
como estaba
en encestar más puntos,
en descubrirme goleador
y en dibujar otras líneas.

El hombre
se acostumbró a caminar la luna
y la muerte visitó mi casa.

Llovía la tarde de enero
en que falleció papá.

Las lluvias parecieron
prolongarse
muchos meses.

El invierno
se hizo más triste
y sólo ahora puedo advertirlo.

Ya no tengo miedo
de manifestar mi pena
y puedo hablar de la ausencia
y el desconcierto
donde me extravié tantos años,
como si mi voz
hubiera sido intimidada por la lluvia.

Tu voz
dejó de acompañarme.

Tu voz
se volvió imprecisa.

Tu voz
desapareció entre las aguas
de las tormentas infinitas,
el viento del norte,
las sombras,
el invierno
y la marea
empecinada
en ir
y venir
sin ti.

El sol
era una llamarada
y el río
estaba lleno de pozas
donde crecían las acamayas.

El sol
era una fogata,
una ensalada de locos,
la guerra interminable,
un bonzo incandescente,
la miseria repetida,
el país sobre las brasas,
la farsa enmascarada
y el sol arriba,
en lo más alto,
no daba tregua
al espíritu
que anhelaba
subir hasta
las llamas.

La lumbre
ardía en todas partes,
aunque algunas veces
se transformara en tedio,
asombro,
protesta,
indiferencia colectiva
y rescoldos
sin juicio.

La hoguera
fundió
voluntades,
confundió
propósitos
y el humo
alimentó
las nubes.

Las hizo subir
aún más alto.

La razón
se confunde,
las encrucijadas
no son bien resueltas.

Una guitarra
despedaza el cielo.

La voluntad
es flexible.

El Kepler
se volvió loco.

La última vez que lo vi
le regalé una chamarra
y una cobija.

Tropezamos
cuando tocó
la puerta de mi casa en 1979,
sin saber
que iba a encontrarme.

Ya no sonreía
como cuando jugábamos
futbol en el parque.

Apenas habían pasado cinco años.

Los símbolos
se volvieron imprecisos.

La autoridad fue cuestionada
y muchos quisieron ser la autoridad.

Otros decidieron ignorarla
y fueron apresados
por algo aún más fuerte.

Dicen que el Kepler
tuvo un mal viaje
y caminó en las sombras
hasta que fue sorprendido
por una golpiza.

La misma noche que Monterrey
festejaba el campeonato de los Tigres.

Desde entonces
se multiplicaron
los eclipses
y la medianoche
del Kepler
pareció perpetua.

No volvió a mi calle.

Yo no sé si regresó
a su casa.

Estaba sucio
y llevaba un pomo.

Yo le regalé
unas monedas,
lo invité
a comer
y él me ofreció
unos tragos.

Cuando al fin
pudo reconocerme.
habló de los ausentes,
del parque y de su novia.

Prometió volver
y no regresó nunca.

La banca de la plaza
nos seguía esperando
tan descascarada
como siempre.

Nos sentamos en el respaldo
y nos pusimos cómodos,
para escuchar por radio
los eventos lejanos,
la Guerra de Vietnam,
los muertos del 71,
los triunfos de Olivares,
la odisea espacial,
las canciones de Janis,
la década obscura,
la muerte de Lennon,
la caída del muro
y las paradojas
eternas.

Los rumores
precisaban
la ubicación
de los eventos.

Hablaban de quinceañeras,
de bodas,
de viejas amigas en festejo,
de grupos famosos,
de bandas locales,
en los casinos y terrazas
que tomamos por asalto.

Las estaciones de radio
hablaban de los ídolos
alimentados por nosotros
y de las historias
que asombraban al mundo.

Las fiestas,
en cambio,
estaban al alcance
de la mano.

Nos perdimos
donde el barrio terminaba.

Era difícil
dejar atrás
a los amigos,
la medianoche,
el vino
y la nostalgia.

Las voces y las risas
de las muchachas
de antaño
desaparecieron
en lo obscuro,
en los confines
del barrio
y en la nada.

Un rumor
de polvo
desgasta
volúmenes inmensos.

Ahí se escribieron
las historias,
las pesadillas
recurrentes
y el anhelo renovado
de quien escribe
y deja testimonios
sin saberlo.

La historia
se confunde
en la medida
en que intentamos
explicarla;
añadir variantes
y resultar ilesos.

El drama
multiplica escenarios,
no es sólo uno,
aunque
aparente
lo contrario.

El instinto
se opone
a lo tangible.

La realidad
se contradice,
cambia cada minuto.

Las palabras
se desgastan,
lo mismo que
la historia.

Las fronteras
han cambiado
varias veces
y las murallas
siguen siendo
inexpugnables.

El testigo
pudo ver
reinos pasajeros,
ninguno pudo ser eterno,
aunque
algunos muertos
regresaron novedosos,
para ofrecer
la misma mierda,
a los fieles
empeñados
en resucitar
los miedos.

El cometa
dibujaba
un sueño
arriba
de la infancia.

Muy cerca
de la Osa Mayor,
el tejado
y las tres
de la mañana.

Sin saber
que la voluntad
iba a empecinarse,
no sé porqué,
en rastrear las noches
claras del verano.

Los mundos
crecieron de prisa
y la palabra
transformar,
fue asociada
con la técnica,
lo desechable,
la moda,
el estilo
y las promesas
que repetían
otras ofertas
del futuro
esquizoide.

El futuro
que no admite
permanencia.

Fuimos sorprendidos
por lo cotidiano,
más que por lo insólito.

Si.

Es absurdo,
pero es más lógico,
uno espera siempre
lo terrible
y naufraga
en las aguas
quietas;
sorprendido,
indiferente.

La música
entreveró
sus rumbos
y las letras
se acercaron
a la gente,
para sugerir
cambios
en la ruta,
el aspecto
y las ideas.

Algunos
se descubrieron
solitarios
y tan tristes
como antes
de la década.

Tras la ventana,
la luz
y los frentes de batalla.

Tras la ventana,
el espejo,
la mirada repetida,
el encuentro
que no admite excusa
y el testimonio
que traza tu rostro.

El eco,
la asociación
y los mundos dispersos
en que la realidad
fue dividida,
para volverla
esperanza,
locura,
coartada
y espejo.

Al otro lado;
aguarda el poema,
es inmenso
y no repite
sus líneas.

La memoria
se cristaliza,
se vuelve transparente
y a la vez
indescifrable.

El polvo
levanta parapetos
en la ciudad
y reconstruye
tu rostro.

En la mirada
se desvanece
el día
y las palabras
buscan otros ámbitos,
son arrastradas
por el viento,
la lluvia
y la arena,
para definir ciudades
imposibles
y miradas
eternas,
donde el día
se desvanece
para siempre.

La noche,
la sed constante,
el rostro desfigurado,
la plenitud
experimentada
tantas veces
y el huracán
empecinado
en arrastrarnos,
más allá
de los símbolos
y el puerto invisible
y la ciudad
construida
con arena
en las tardes
ardientes
del estiaje.

30 julio 2011

¿A quién me quejaré de mi enemiga?
¿Al tiempo? No es razón, que me ha burlado.
¿Al cielo? No es juez de mi cuidado.
Ni al fuego, pues el fuego me castiga.

¿Al viento? Ya no escucha mi fatiga,
que está en mis esperanzas ocupado.
¿A Amor? Es mi enemigo declarado
y en condenarme piensa que me obliga.

Ya, pues ninguno de mi parte siento,
Filis ingrata, a ti de ti me quejo;
juzguen tus ojos, reos y testigos.

Y el tiempo, el cielo, el fuego, Amor y el viento
lloren mi muerte, pues mi causa dejo
en manos de mis propios enemigos.

Luis Barahona de Soto

29 julio 2011

RIMA XXXIX
Gustavo Adolfo Bécquer


¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,
es altanera y vana y caprichosa;
antes que el sentimiento de su alma,
brotará el agua de la estéril roca.

Sé que en su corazón, nido de sierpes,
no hay una fibra que al amor responda;
que es una estatua inanimada..., pero...
¡es tan hermosa!

28 julio 2011

MIS HIJAS
Juan de Dios Peza

Mi tristeza es un mar; tiene su bruma
que envuelve densa mis amargos días;
sus olas son de lágrimas; mi pluma
está empapada en ellas, hijas mías.

Vosotras sois las inocentes flores
nacidas de ese mar en la ribera;
la sorda tempestad de mis dolores
sirve de arrullo a vuestra edad primera.

Nací para luchar; sereno y fuerte
cobro vigor en el combate rudo;
cuando pague mi audacia con la muerte,
caeré cual gladiador sobre mi escudo.

Llévenme así a vosotras; de los hombres
ni desdeño el poder ni el odio temo;
pongo todo mi honor en vuestros nombres
y toda el alma en vuestro amor supremo.

Para salir al mundo vais de prisa.
¡Ojalá que esa vez nunca llegara!
Pues hay que ahogar el llanto con la risa,
para mirar al mundo cara a cara.

No me imitéis a mí: yo me consuelo
con abrir más los bordes de mi herida;
imitad en lo noble a vuestro abuelo:
¡Sol de virtud que iluminó mi vida!

Orad y perdonad; siempre es inmensa
después de la oración la interna calma,
y el ser que sabe perdonar la ofensa
sabe llevar a Dios. dentro del alma.

Sea vuestro pecho de bondades nido,
no ambicionéis lo que ninguno alcanza,
coronad el perdón con el olvido
y la austera virtud con la esperanza.

Sin dar culto a los frívolos placeres
que la pureza vuestra frente ciña,
buscad alma de niña en las mujeres
y buscad alma de ángel en la niña.

Nadie nace a la infamia condenado,
nadie hereda la culpa de un delito,
nunca para ser siervas del pecado
os disculpéis clamando: estaba escrito.

¡Existir es luchar! No es infelice
quien luchando, de espinas se corona;
abajo, todo esfuerzo se maldice,
arriba, toda culpa se perdona.

Se apaga la ilusión cual lumbre fatua
y la hermosura es flor que se marchita;
la mujer sin piedad es una estatua
dañosa al mundo y del hogar proscrita.

No fijéis en el mal vuestras pupilas
que víbora es el mal que todo enferma,
y haced el bien para dormir tranquilas
cuando yo triste en el sepulcro duerma.

Nunca me han importado en este suelo
renombre, aplausos, oropeles, gloria:
procurar vuestro bien, tal es mi anhelo;
amaros y sufrir tal es mi historia.

Cuando el sol de mi vida tenga ocaso
recordad mis consejos con ternura,
y en cada pensamiento, en cada paso,
buscad a Dios tras de la inmensa altura.

Yo anhelo que, al morir, por premio santo,
tengan de vuestro amor en los excesos:
las flores de mi tumba vuestro llanto,
las piedras de mi tumba vuestros besos.

27 julio 2011

A los estudiantes
Julián del Casal

Víctimas de cruenta alevosía,
Doblasteis en la tierra vuestras frentes,
Como en los campos llenos de simientes
Palmas que troncha tempestad bravía.

Aún vagan en la atmósfera sombría
Vuestros últimos gritos inocentes,
Mezclados a los golpes estridentes
Del látigo que suena todavía.

¡Dormid en paz los sueños postrimeros
En el seno profundo de la nada,
Que nadie ha de venir a perturbaros;

Los que ayer no supieron defenderos
Sólo pueden, con alma resignada,
Soportar la vergüenza de lloraros!

26 julio 2011

A LOS CELOS
Luis de Góngora y Argote, 1582

¡Oh niebla del estado más sereno,
Furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
De verde prado en oloroso seno!

¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
Que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
De la amorosa espuela duro freno!

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
Vuélvete al lugar triste donde estabas,
O al reino (si allá cabes) del espanto;

Mas no cabrás allá, que pues ha tanto
Que comes de ti mesmo y no te acabas,
Mayor debes de ser que el mismo infierno.

25 julio 2011

A las rubias envidias
Rosalía de Castro

A las rubias envidias
porque naciste con color moreno,
y te parecen ellas blancos ángeles
que han bajado del cielo.
¡Ah!, pues no olvides, niña,
y ten por cosa cierta,
que mucho más que un ángel siempre pudo
un demonio en la tierra.

24 julio 2011

A las muchachas
Juan Meléndez Valdés

Ofendido me tiene,
muchachas, vuestro trato,
mucho decirlo siento,
mas ya no he de callarlo.

Yo os quise desde niño,
os sirvo y os regalo,
y en burlas inocentes
os digo mil halagos.

Mi lira os entretiene
con sus acentos blandos;
de ella gustáis tañendo,
de ella gozáis bailando.

En mis süaves versos
vuestras delicias canto,
vuestro desdén lamento,
vuestra belleza alabo.

¿Y esquivas hoy vosotras
me desdeñáis en pago?
Pues mirad que de amigo
me volveré contrario.

23 julio 2011

LA TRISTEZA
Juan Boscán

Tristeza, pues yo soy tuyo,
tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo
sólo en ver que el alegría
presume de hacerme suyo.

¡Oh, tristeza!
que apartarme de contigo
es la más alta crueza
que puedes usar conmigo.
No huyas ni seas tal
que me apartes de tu pena;
soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena
do quizá te querrán mal.

Pero, di:
ya que estó en tu compañía,
¿cómo gozaré de ti,
que no goce de alegría?
Que el placer de verte en mí,
no hay remedio para echallo,
¿quién jamás estuvo así?
que de ver que en ti me hallo,
me hallo que estoy sin ti.

¡Oh ventura!
¡Oh amor, que tú hiciste
que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste!
Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes,
porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes,
entonces vernás mejor.
Pues me places,
vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces
mucho más que en tu presencia.

22 julio 2011

A LA PEREZA
Manuel Bretón de los Herreros

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio, el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar un ave la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora, y otra hora!
Comer, holgar..., ¡Qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo

me arrastra bostezando; y, de tal modo
tu estúpida modorra a entrarme empieza,
que no acabo el soneto... de per...

21 julio 2011

A LA NOCHE
Lope Félix de Vega y Carpio


Noche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista,
los montes llanos y los mares secos;

habitadora de celebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;

la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.

Que vele o duerma, media vida es tuya;
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo.

20 julio 2011

A LA MARIPOSA
Carolina Coronado

Bien hayan, mariposa,
las bellas alas como el aire leves,
que inquieta y vagarosa
entre las flores mueves,
ostentando tu púrpura preciosa.

De blanda primavera
bien haya la callada y fiel vecina,
la dulce compañera
del alba cristalina,
perdida entre la flor de la pradera.

Ligera y afanosa
el prado mide tu inseguro vuelo,
ya huyendo temblorosa,
ya con ansioso anhelo
en las flores vagando codiciosa.

Bien haya el purpurino,
el vaporoso polvo de tus alas,
que al aire de contino
puro y luciente exhalas
al abrirte en sus ámbitos camino.

¡Ay! goza, mariposa,
la pasajera vida de dulzura,
que vuela presurosa:
goza allá tu ventura,
revolando en la siesta silenciosa.

Apura de las flores
el empapado cáliz que te ofrecen,
y apura tus amores;
que ya en la noche acrecen
del otoño los vientos destructores.

Y eres frágil y bella,
y tu belleza el cierzo descolora.—
Si sañudo atropella
tu gala seductora,
ni aun de tu forma quedará la huella.

19 julio 2011

A la hermosura
Oda
José María Heredia

Dulce hermosura, de los cielos hija,
don que los dioses a la tierra hicieron,
oye benigna de mi tierno labio
cántico puro.

La grata risa de tu linda boca
es muy más dulce que la miel hiblea:
tu rostro tiñe con clavel y rosas
cándido lirio.

Bien cual se mueve nacarada espuma
del manso mar en los cerúleos campos,
así los orbes del nevado seno
leves agitas.

El universo cual deidad te adora;
el hombre duro a tu mirar se amansa,
y dicha juzga que sus ansias tiernas
blanda recibas.

De mil amantes el clamor fogoso,
y los suspiros y gemir doliente,
del viento leve las fugaces alas
rápidas llevan.

Y de tu frente al rededor volando
tus dulces gracias y poder publican:
clemencia piden; pero tú el oído
bárbara niegas.

¿Por qué tu frente la dureza nubla?
¿El sentimiento la beldad afea?
No: vida, gracia y expresión divina
préstala siempre.

yo vi también tu seductor semblante,
y apasionado su alabanza dije
en dulces himnos, que rompiendo el aire
férvidos giran.

Mil y mil veces al tremendo carro
de amor me ataste, y con fatal perfidia
mil y mil veces derramar me hiciste
mísero llanto.

Y maldiciendo tu letal hechizo,
su amor abjuro delirante y ciego;
Mas, ¡ay! en vano que tu bella imagen
sígueme siempre.

Si al alto vuelvo la llorosa vista,
en la pureza del etéreo cielo
el bello azul de tus modestos ojos
lánguido miro.

Si miro acaso en su veloz carrera
al astro bello que la luz produce,
el fuego miro que en tus grandes ojos
mórbido brilla.

Es de la palma la gallarda copa
imagen viva de tu lindo talle;
y el juramento que el furor dictome
fácil abjuro.

Lo abjuro fácil, y en amor ardiendo,
caigo a tus plantas, y perdón te pido,
y a suplicar y dirigirte votos
tímido vuelvo.

¡Ay! de tus ojos el mirar sereno
y una sonrisa de tu boca pura,
son de mi pecho, que tu amor abrasa,
único voto.

¡Dulce hermosura! mi rogar humilde
oye benigna, y con afable rostro
tantos amores y tan fiel cariño
págame justa.

1820

18 julio 2011

DEVUELTO
Gabriela Mistral


A la cara de mi hijo
que duerme, bajan
arenas de las dunas,
flor de la caña
y la espuma que vuela
de la cascada...

Y es sueño nada más
cuanto le baja;
sueño cae a su boca,
sueño a su espalda,
y me roban su cuerpo
junto con su alma.

Y así lo van cubriendo
con tanta maña,
que en la noche no tengo
hijo ni nada,
madre ciega de sombra,
madre robada.

Hasta que el sol bendito
al fin lo baña:
me lo devuelve en linda
fruta mondada
¡y me lo pone entero
sobre la falda!

17 julio 2011

DOMINGO DE LLUVIA
Alvaro Yunque

¡Llueve! ¡Qué tristes son las tardes
de lluvia en día domingo!
Las muchachitas costureras
Miran tras de los vidrios.
Con la pelota hecha de diarios
Juegan al fútbol unos chicos;
Lluvia malvada que impidiérales
Salir al campo a hacer partidos
Y el empleado que va al cine
Que es de su amor lugar propicio,
En vano aguarda, ella no llega:
¡Lluvia asesina de un idilio!
Talleres, clases, oficinas,
De mil proyectos largo asilo:
¡cuántos paseos ensoñados
allí, en seis días, han caído!
¡Llueve! ¿Por qué llueve esta tarde
que es de los pobres y los niños?
¡Que llueva toda la semana,
y que no llueva los domingos!

16 julio 2011

A LA CARTA
Roque Dalton

Sírvame la ópera Madame Butterfly
término medio
con salsa de maní picante
y un poco de gobierno español
con trocitos de invierno.

Después me trae a un soldado de la Primera Brigada de Artillería
en completo estado de ebriedad
un par de mirtos
la erupción del Krakatoa
y el servicio postal a la luz de la filosofía.

De beber
algo que no desmaye en su difícil pero honrosa tarea.

Los postres se los pediré después.

Ah
y palillos de dientes.

15 julio 2011

EL SOL SE HABÍA CAIDO...
Norah Lange

El sol se había caído
con las alas rotas
sobre un Poniente.
Tus ojos se llenaron de crepúsculos pálidos.

Vino el vacío eterno de tu presencia
y todas mis horas se llenaron
de distancias.

Tus lágrimas se deslizan
por la pendiente de un recuerdo.
El rosario de tus besos
de tus huellas
aguarda tus pasos.
Vuelve.
Acaso en tu ventana
un verso mío se desangra.

14 julio 2011

SETENTA BALCONES
Y NINGUNA FLOR
Baldomero Fernandez Moreno

Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor...
A sus habitantes Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume , odian el color?

La piedra desnuda de tristeza agobia,
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave…
Setenta balcones y ninguna flor.

13 julio 2011

Marionetas
Sonia Silva-Rosas

Al atardecer, alguien
corta los hilos
que hacen colgar a los pájaros
del cielo
y con espinas enumera las palabras
que se escucharon durante el día.

Con esos mismos hilos
alguien ata nuestros huesos;
ya cansados se dejan hacer,
se dejan pintar la noche
y adormecidos contemplan la fina danza
de las sombras:
exquisito desangrar de la luz
sobre el asfalto.

Y la tarde ya no es tarde
sólo noche,
ese lado oscuro en el rostro de Dios
poblado de soles pequeños a punto
de extinguirse.

Ya en lo alto,
—desde los hilos—
uno ve pasar la vida como el humo del cigarro,
uno intenta contenerla
pero el viento bien hace su trabajo
y la vida se va,
se marcha a través de ventanales
y rendijas,
se llena de soledad el rostro
porque ciertamente
solos nos vamos quedando,
solos y marchitos
como las margaritas en el invierno
— solos—
con los versos hechos nudo
en la cabeza,
con la certeza de ser aún jóvenes
aunque esto sea falso.

Y la muerte nos fuma lento,
despacio,
hasta ese momento,
ese minúsculo momento
en que ya no vemos a los pájaros
colgar del cielo.
Chau número tres
Mario Benedetti

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres.

Sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro.

Te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota.

Te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.

Pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono.

Estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos.

Estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra.

Estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen.

Y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

12 julio 2011

Canción del Amor Lejano
Josè Angel Buesa

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.

Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella

11 julio 2011

Aulo Gelio

Por caprichos de un César insolente,
que humilde acata un pueblo corrompido,
en el Circo de Roma, envilecido,
la inmensa multitud ruge impaciente.

Salta el león sobre la arena ardiente:
sacude su melena enfurecida,
arrójase a su víctima atrevido,
y al llegar retrocede de repente.

El esclavo infeliz, Androcles era...
le conoce el león, lame su mano
en prueba fiel de gratitud sincera:

Acción hermosa que enseñó al Romano
que es más noble el instinto de la fiera
que el alma despreciable de un tirano.

10 julio 2011

Apuñados
Brenda Gallegos

Apuñados como escasos frijoles
Sintiéndonos los olores
Juntándonos desconocidos
Sintiéndonos los alientos

Esto es a diario
Cada mañana, tarde y noche
Prestándonos al juego cotidiano
nadie protesta, sólo la necesidad

¡Vaya niño, mercado vas!
Colaboremos señores, es de cuatro
Vaya, vaya, vale dos pesos
¡Cuidado! ahí viene la broa

Y seguimos...apuñados
Más bien hacinados
En la carcoma de cada día
En el hambre palpitantes del mediodía.

08 julio 2011

Capricho de sombra
Carolina María Catalano

No soy lo que previenes ni predices,
apenas el subsuelo de tu sueño,
desafilada daga que sin dueño
pervierte tu costado en cicatrices.

Caleidoscopio oscuro mis matices
en suicidios de bocas te diseño
y cercana te percibo en mi empeño,
riendome de todos. Aprendices.

Soy el puro capricho de tu sombra,
dentellada de polvo que te abraza,
telaraña sin tiempo que te asombra,

torera de los toros de tu plaza.
Soy la vaga silueta que te nombra
la cintura quimérica que arrasa.

07 julio 2011

Frente al espejo
Sofía Luz Castagno

Si pudiera yo ver tras los espejos
más de la imagen que perdura,
más que mi rostro allí ... perplejo,
que en otra posición se transfigura...

Si yo pudiera llegar hasta ese hito,
más allá de la imagen y del rostro,
más allá del tiempo, del infinito...
más allá de lo que puedan ver mis ojos.

Si pudiera –invisible y silenciosa–
traspasar aquel marco borroneado
para ver que vida irreal y misteriosa

se descubre alli, del otro lado,
para sentir si aún es más hermosa
que esta vida fiel que me ha tocado.

06 julio 2011

La rosa blanca
Carolina Coronado

¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
cándida rosa, iguala a tu hermosura,
la suavísima tez y la frescura
que brotan de tu faz resplandeciente?

La sonrosada luz de alba naciente
no muestra al desplegarse más dulzura,
ni el ala de los cisnes la blancura
que el peregrino cerco de tu frente.

Así, gloria del huerto, en el pomposo
ramo descuellas desde verde asiento;
cuando llevado sobre el manso viento

a tu argentino cáliz oloroso
roba su aroma insecto licencioso,
y el puro esmalte empaña con su aliento

05 julio 2011

Yo también te quiero verde
Mariana Ramos

Yo también te quiero verde,
cuando engalanan mis auroras
tus follajes que se mecen.

Yo también te quiero verde,
cuando sobre el lomo de los mares
bajo claras lunas resplandeces.

Yo también te quiero verde.
cuando enmarcan los paisajes
tus terruños que florecen,

Como el ave que entre ramas
vuela alto y te entretiene,
Tierra mia, Tierra cuna
Yo también te quiero verde.

Esperanza de un mañana
y de un sol que resplandece.

04 julio 2011

La aldea
Manuel Felipe Rugeles

En mi aldea
cuando niño
nunca creí en otra aldea,
nunca soñé en otra tierra.
Recortaba sus crepúsculos
y apacentaba sus nieblas.
Cristales me daba el río,
pájaros me dio la huerta.
Con un caracol de monte
vida tuvo una flor nueva.
Preso entre cuatro horizontes
pasé mi niñez entera.
Después descubrí un camino
Nacido al pie de mi aldea.

03 julio 2011

El patio
Ana Mercedes Vivas

Hay tantas ausencias repetidas
que ya no sé nombrarlas.

Llueve detrás de las lágrimas
y en el patio se esparce un aroma
a tierra humedecida y manzanas.

Sólo los fantasmas vinieron
a habitar esta casa,
–espectros hieráticos
despojados de su carne
y su silencio–.

Cruzo los puentes del tiempo,
mientras caen recuerdos,
convertidos en murmullos de piedra.

02 julio 2011

MIENTRAS VIVA
Blas de otero


Vuestro odio me inyecta nueva vida.
Vuestro miedo afianza mi sendero.
Vida de muchos puesta en el tablero
de la paz, combatida, defendida.

(Ira y miedo apostaron la partida,
quejándose los dos con el dinero.
Qué hacer, hombre de dios, si hay un ratero
que confunde la Bolsa con la vida).

Vuestro odio me ayuda a rebelarme.
A ver más claro y a pisar más firme.
(Mientras viva, habrá noche y habrá día).

Podrán herirme, pero no dañarme.
Podrán matarme pero no morirme.
Mientras viva la inmensa mayoría.

01 julio 2011

AMOR, YA NO TE EXTRAÑO
Marilina Rebora

Amor, ya no te extraño, porque siempre te encuentro
en la nube viajera, en el astro distante,
en el rumor del mar, en el viviente centro
de la flor que eclosiona, en el áureo levante.

Amor, ya no te busco, porque te llevo dentro
con la impasible luna, con el sol abrasante,
con el fulgor de afuera y la sombra de adentro,
la inmortal siempreviva y el azahar fragante.

Estás conmigo siempre: te tenga o no te tenga,
te siento al lado mío, aunque te encuentres lejos,
en el fondo del alma, bien que no te retenga,

para advertir entonces, recién, de la medida
en que te quiero ahora, que vamos para viejos.
Mi cariño traspasa los bordes de la vida.